Retroceder en el tiempo hasta nuestra infancia. Esta es la propuesta de Eduardo Aldán. La obra que protagoniza, Espinete no existe', nos invita al humor mediante la memoria. Los juguetes de la infancia, el material del colegio o los programas de televisión son el referente para entrar en la carcajada continua. Sin parar. El patio de butacas nunca esta vacio. Tampoco tiene pinta de estarlo.
Ante todo, el actor busca que nos inunden los buenos momentos. Los de la infancia. Aquellos en los que somos más felices. Espinete no existe es, ante todo, un guiño entrañable a los que nacieron y vivieron la generación de los 80 y principios de los 90.
Más cosas. Nada más sentarnos nos ponemos en contacto con la niñez con la piruleta de fresa que nos dan a la entrada. El resto lo traen las canciones, anécdotas y personajes que bullen de la cabeza de Eduardo. Volveremos a ser pequeños. Eso sí, envueltos por un espíritu 'canalla'.
Sin duda, la niñez es la estrella en esta obra: las chucherías, los payasos o el día de la primera comunión son los pilares en esta representación. La reminiscencia de nuestros tiempos más infantiles fluyen con celeridad cuando interactuamos. Para ello, Aldán nos invita a cantar, por ejemplo, canciones como las de los Tres Mosqueteros. Nostalgia y diversión. Una buena mezcla.
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